El agua nuestra de cada día

85 días sin despacho.

La siguiente historia es ficticia, y sus personajes (salvo casualidad) no deberían coincidir con ninguna persona viva o difunta.

Se trata de una familia que un buen día decide hacer obra en el cuarto de baño. Así que llama a un contratista, y le explica lo que quiere hacer. El hombre, sin tomar medidas ni nada parecido, le dice a sus clientes lo siguiente:

-Bueno, esto está claro. Ustedes me firman este contrato, y comienzan a pagarme todos los meses, a partir de éste, una letra de 200€.

Los cónyuges se miran atónitos.

-Oiga, pero… ¿cuando va usted a comenzar las obras?

-Pues no sé –responde tan fresco-. Primero tengo que hacer el proyecto.

-¿Cuándo tendrá usted el proyecto ése listo?

-Mire –hablando como si lo hiciera a un niño- Usted es que no entiende de esto. Hacer un proyecto es una cosa muy complicada, lleva su tiempo, hay que tener en cuenta muchas variables… Además, tengo muchísimo trabajo, así que cuando pueda, me pondré con ello.

-Y… ¿cuánto nos va a costar en total? –pregunta tímidamente el otro cónyuge.

El contratista se mosquea, y responde en tono agrio:

-Pero, ¿no les he dicho ya a ustedes que primero tengo que hacer el proyecto? ¡Y yo qué c…onstrucciones sé!

El presunto cliente no da crédito a sus oídos:

-Veamos, porque no sé si lo he entendido bien. Usted me dice que yo le firmo ahora un contrato, y comienzo a pagar este mismo mes, pero que usted hará el proyecto cuando buenamente pueda; que no sabe por cuánto me saldrá al final, ni cuándo comenzará ni terminará la obra. ¿Es así?

Fin de la historia ficticia, pero ahora viene la pregunta:

¿Vosotros firmaríais ese contrato?

¿A que no?

Pues en Alpedrete lleva firmado un contrato similar (pero peor en algunos aspectos) desde principios de 2007, ahora os lo explico:

Hasta ese momento, la red de distribución (las tuberías que llevan el agua hasta nuestros grifos, para entendernos) era propiedad del Ayuntamiento, a excepción de la parte que daba servicio al barrio de Los Negrales y a Mataespesa, que pertenecía ya al Canal de Isabel II.

Y como esto era así, el Canal pagaba a Alpedrete un canon por la utilización de dicha red, que el Canal empleaba para suministrarnos el agua, pero que no era suya. Este canon llegó a suponer unos ingresos de más de 100.000 euros para el Ayuntamiento de Alpedrete en alguno de los últimos años.

Alpedrete tenía un problema: la tan mentada red de distribución era más vieja que el canalillo (nunca mejor dicho) y cada lunes y cada martes se rompía por algún lado, lo que era una lata para el Ayuntamiento, y un perjuicio claro para los vecinos a los que había que cortar el suministro mientras duraba la reparación. Eso sin contar con los ríos de agua que se perdían, los daños ocasionados, etc.

Ahora bien, no toda la red estaba en esas lamentables condiciones. La de las urbanizaciones que han crecido como hongos en los últimos diez años estaban más o menos nuevecitas y, salvo vicios ocultos de construcción y accidentes, pues no daban problemas.

¿Existía un inventario formal de qué partes de la red necesitaban urgentemente una sustitución? Pues no. O sea, que al inicio de nuestra historia real, tan solo se sabía que en “algunas” partes de esa red de distribución se producían roturas frecuentes.

Y entonces, el equipo de gobierno del PP, para solucionar este problema, llegó a un acuerdo con el Canal de Isabel II, en los siguientes términos:

• El Ayuntamiento regalaba al Canal la mayor parte de la red, que era propiedad del Ayuntamiento, “por la patilla”, o sea, sin percibir un céntimo como pago de esa infraestructura, que era tuya, mía, y en general, de todos los vecinos.
• Item más, el Canal no abonaría el canon de uso al Ayuntamiento nunca más, porque ahora la red ya no sería del Ayuntamiento, sino propiedad del Canal.
• A cambio, el Canal renovaría la parte de esa red que fuera preciso (os recuerdo que no se sabía qué parte necesitaba ser cambiada, salvo aquella que tenía “goteras” con mucha frecuencia)
• Para pagar esa renovación, el Canal comenzaría a facturar a sus clientes, (o sea, a nosotros) a partir de ese momento 0,30€, por cada metro cúbico de agua consumido.
• Además, las obras que realizara el Canal en virtud de este convenio, (al ser obras municipales) no devengarían el Impuesto de Construcciones, Instalaciones y Obras, ni estarían sujetas a la obtención previa de una licencia del Ayuntamiento, sino únicamente a su comunicación anticipada.
• En el susodicho convenio no existe estipulación alguna sobre el inicio de las obras ni la duración de estas. Lo único que puede verse en la clausula décimo cuarta, “Planificación de las Obras” es que …”la planificación de las obras previstas para cada ejercicio relacionadas con las redes de distribución de agua, se establecerá en las reuniones periódicas de seguimiento de este Convenio”. Y añade “Los criterios de renovación se fijarán conjuntamente entre el Ayuntamiento y el Canal para cada ejercicio, durante el tiempo que dure la realización de las obras (1) contempladas en el Plan Director. Si este no existiese, y técnicamente fuera necesario, será redactado por el Canal”.

(1) El subrayado es mío.

Durante el borrascoso desarrollo del Pleno, nuestra señora alcaldesa defendió que el “Plan Director” se redactaría cuando buenamente pudiera el Canal de Isabel II, y añadió que “todos los pueblos han firmado convenios así, pero este es el mejor de todos”.

La propuesta, obviamente, se aprobó por la mayoría del PP.

Y nosotros, desde entonces, estamos pagando los 0,30€/m2.

¿Hasta cuando?

¡Ahhhhhhhh!

¿A cambio de qué en concreto?

(Mmmmmmm, esteeeeee…)

Por cierto, y para los que a lo mejor lo ignoráis: el Canal de Isabel II es una empresa pública, propiedad de la Comunidad de Madrid, (aunque ahora pretende al parecer desprenderse de al menos una parte de la propiedad)