miércoles, 4 de febrero de 2009

A falta de información… pues hablemos de badenes

 

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Pero antes, una rectificación que me encanta hacer.

Primera página de El Telégrafo de hoy Ayer di por fallecido al diario “El Telégrafo”. Alguien, probablemente un directivo o trabajador del periódico, me ha advertido acerca de mi error mediante un comentario. Y, de verás, me hace muy feliz rectificar:

Esta mañana, “El Telégrafo” me esperaba en mi puesto de prensa habitual. Con un formato y tamaño ligeramente distintos, pero dispuesto a acompañarme en mi cafelito matutino. Y a seguir informándonos, como lleva haciendo muchos años ya.

De manera que dicho queda: mis felicitaciones, no solo a quienes lo hacen, sino a todos nosotros.

Porque, como decía ayer, se trata de un pequeño espacio de libertad que por fortuna no ha desaparecido.

*  *  *

Advertencia previa: Esta entrada corresponde a mi opinión particular sobre los badenes. No hablo, por tanto, en nombre de nadie. Tampoco soy un técnico en la materia, por lo que no pretendo opinar ex cáthedra. Las siguientes reflexiones parten únicamente de mi experiencia como conductor durante (¡ay!) 40 añitos.

Hay una cosa que siempre me ha sorprendido, y es el hecho de que la gente, en general, “echa pestes” de muchas actuaciones de las administraciones… en privado, pero no hacen lo que parece lógico, esto es, quejarse por escrito. Porque si hay algo que a cualquier gobernante le hace “pupa” (pensando en las siguientes elecciones) es que se le acumulen sobre la mesa las quejas.

Digo esto, porque cuando (de nuevo ¡ay!) tenía acceso al Registro de entrada del Ayuntamiento, pude observar decenas de peticiones de que se colocaran badenes (a partir de aquí, montículos destrozacoches o m. d.) pero no vi ninguna que protestara por su colocación.

¡Vaya! que si se hubieran instalado todos los que los vecinos pedían, en este momento sería completamente imposible circular en automóvil por Alpedrete.

Antes de continuar, voy a dejar sentados algunos extremos:

  1. Que, en general, los conductores tenemos tendencia a hacer caso omiso de las limitaciones de velocidad, sobre todo de las genéricas impuestas por la Ley de Seguridad Vial.
  2. Que efectivamente, y ciñéndonos a las vías urbanas, el exceso de velocidad pone en peligro la integridad física de las personas que transitan por ellas, y especialmente la de los niños y niñas.
  3. Que es obligación de las administraciones, en general, y de los Ayuntamientos en particular, velar porque se respete la normativa de tráfico en su ámbito de competencia, y con mayor motivo, proteger a las personas de las consecuencias, a veces trágicas, de los accidentes causados por el exceso de velocidad.

Conviene ahora que diga algo sobre lo del exceso de velocidad. Por supuesto, lo es circular más rápido de lo que la Ley permite, y en España, y en poblaciones, el límite está establecido en 50 km./hora.

Pero hay lugares y situaciones en los que circular a esta velocidad máxima “legal” constituye una auténtica inconsciencia. Por poner un ejemplo, conducir a 50 km./hora por una calle de un único carril de circulación, con vehículos estacionados, y sin aceras dignas de tal nombre, como puede ser la calle de Colmenillas –por poner un ejemplo- no constituye una infracción per se, pero es una temeridad que debería ser punible.

¿Qué es lo primero que tiene que hacer un Ayuntamiento en este aspecto? Fácil: previo estudio de todas estas circunstancias, colocar señalización vertical de limitación de velocidad, con restricciones que dependerán de cada caso concreto, pero siempre por debajo de los 50. Recalco: LO PRIMERO.

Pero no es esto lo que se ha hecho en muchísimos lugares, incluido nuestro pueblo: los vecinos, ante este peligro (sobre todo si no han conducido en su vida un automóvil) piden que le coloquen un “montículo destrozacoches” delante de su puerta. Y los Ayuntamientos les complacen en un alto número de casos, porque eso da votos.

¿Qué tipo de “montículos destrozacoches”? ¿De qué características? ¿Con qué criterios? ¡Ahhhhh!

En primer lugar, el “montículo destrozacoches” ideal (que no sería tal, sino badén) tendría que ser de tales características que, circulando hasta la velocidad máxima autorizada, no lo notara el conductor, ni los pasajeros, ni se resintieran los órganos mecánicos del automóvil.

¿Existe? Sí, y es un invento español: se trata de un tipo de badén relleno de líquido, que dispone de unas válvulas que pueden calibrarse de acuerdo con la velocidad máxima autorizada. Cuando un automóvil lo atraviesa a esa velocidad o menos, el líquido se desplaza por la presión que ejercen las ruedas, y el badén no se percibe. Sin embargo, cuando la velocidad es superior, las válvulas no pueden evacuar el líquido con la rapidez necesaria, y el conductor abolla el techo de su automóvil con la cabeza. Y el golpe es más grande cuanta mayor es la diferencia entre la velocidad del vehículo y la autorizada.

Solo tienen un par de pegas: son caros. Y supongo que requerirán de algún mantenimiento. Y los Ayuntamientos (también el nuestro) ya se sabe: a lo fácil y barato.

Los “montículos destrozacoches” que se utilizan habitualmente no son tan benignos como el que describía: aún abordándolos con el vehículo completamente detenido, se “notan”, ¡vaya que si se notan! sobre todo los de determinados tipos. Y resulta que, salvo los todoterrenos, -que tienen las suspensiones reforzadas, y cuya altura del bastidor al suelo es mayor que la de los turismos-, amortiguadores, suspensión, frenos y demás órganos mecánicos no han sido diseñados para sufrir este “castigo” frecuente.

Otra cosa. ¿Alguien ha pensado qué sucede con los m.d. cuando nieva, o el piso se convierte en una pista de patinaje sobre hielo? Fácil: como mínimo, se convierten en un obstáculo difícil de superar, pero pueden transformarse en un peligro mayor que el que tratan de evitar. Haced la prueba (solo son seguro a todo riesgo, el cinturón de seguridad bien apretado y airbags, por favor): abordar una de estas cosas con el piso helado, no a 50 km. por hora, sino a 30, y veréis qué bien. Y si además vuestro auto tiene tracción trasera, os aseguro que lo pasaréis en grande.

¿Tienen más inconvenientes? Por supuesto. Las continuas reducciones de velocidad y subsiguientes aceleraciones, sobre todo en los tramos de vías “agraciados” con una superpoblación de “montículos destrozacoches”, incrementan el consumo, y por tanto la contaminación atmosférica. Y la contaminación acústica, por supuesto.

Todo lo anterior no pasaría de constituir una pequeña exageración, si no fuera por un efecto perverso: la acumulación. Hablaré de mi caso, no porque crea que es el “más peor”, sino porque es el que mejor conozco.

Cuando voy a visitar a unos primos que tengo en Bustarviejo, mi automóvil resulta “premiado” con 64 m.d. entre la ida y la vuelta. Que los conté por gusto una vez.

Otra. Durante el curso escolar 2006/2007, tenía que realizar 5 viajes diarios desde mi domicilio a la zona de los colegios y el polideportivo municipal. Y en ese trayecto, me encuentro nada más y nada menos que con 9. Apliquemos matemáticas sencillas:

5 x 2 x 9 = 90 diarios, 450 semanales.

Y como ese no era mi único trayecto, y este pueblo (y Collado Villalba, y Torrelodones –por hablar de lugares por los que circulo habitualmente-) están “sembrados” igualmente, pues la cifra semanal que me “tragaba” estaría cerca probablemente de los 550 ó 600. Esto no hay automóvil normal que lo resista.

Hay otro efecto acumulativo, el que se produce por la colocación de un desmesurado e inexplicable número de m.d. todos juntitos, en un pequeño tramo de vía. (Luego pondré algunos ejemplos gráficos)

Estoy hablando del desgaste anormal y/o prematuro del automóvil. Pero, ¿qué hay de los conductores profesionales, que se ven obligados a circular una y otra vez todos los días por uno de estos trayectos plagados de “montículos destrozacoches”, en vehículos industriales o de transporte de viajeros, que por lo general tienen las suspensiones duras? Pues ya se han descrito daños en la columna vertebral de los afectados. Como en lo de las averías de los automóviles, es difícil de probar la causa, por no decir imposible. Pero ahí está el tema.

Y hay aún otra consideración, veamos: una minoría de desaprensivos “pasa” de los límites de velocidad. Para solucionarlo, se ponen impedimentos a la circulación que afectan a todos. ¿Es esto justo? En mi opinión, no.

Queda la gran pregunta: ¿son útiles? O sea, la cuestión es si cumplen, a costa de tantos perjuicios, el cometido para el que se crearon. Pues, en general, sí. Es obvio, y cualquiera puede advertirlo si se para un ratito en la M-619 (calle de la Primavera) que en general no se circula a velocidades tan elevadas como se hacía antes de la “siembra”. Pero hay excepciones. Bastantes.

Primero, están algunos todoterrenos que, valiéndose de su mejor adaptación, no hacen siquiera intención de reducir la velocidad. Y algunos turismos, pues tampoco. A veces me he preguntado si es que les regalan el automóvil y su mantenimiento, y en una ocasión obtuve la respuesta de uno de éstos indeseables vecinos: “el automóvil no es mío, sino que lo alquila mi empresa para mi uso. Así que me importa tres (censurado) si el coche se (censurado) en cuatro días, porque me darán otro nuevo”.

En ocasiones, estas actitudes se ven facilitadas, sobre todo con determinados tipos de “montículos destrozacoches”, por un curioso efecto: la percepción por el conductor y pasajeros del golpe que se recibe al pasar sobre uno de ellos, sobre todo los que denominan “lomo de asno” (luego hablaré de esto)  es menor contra mayor sea la velocidad. Por supuesto, imagino que esos… ciudadanos tendrán que cambiar de automóvil todos los años, porque para la suspensión, dirección, etc. el efecto es el contrario: se deterioran más rápidamente, pudiendo llegar a la rotura in situ. O sea, que o bien el auto no es suyo, o son millonarios (de los “de verdad”, en euros) que si no, no se entiende.

¿Existe alguna alternativa? Bueno, ya hablé antes de badenes “amables”, que no se hacen notar a condición de que se respeten los límites. En muchas ocasiones, y en mi desautorizada opinión, se podría sustituir más de uno –y más de cien- m.d. por bandas sonoras, mucho menos dañinas.

Y, por supuesto, están las limitaciones de velocidad señalizadas –para mí, paso previo, como dije antes-, la vigilancia, incluido el uso de cinemómetros (radares) con su disuasivo efecto de pérdida de puntos y retirada de permisos de conducir. Pero ésta es la forma “difícil” y sobre todo cara, y las administraciones en general no están por la labor, al parecer. Mejor se deterioran los automóviles de todos, se convierte en un calvario de frenadas y aceleraciones el circular por cualquier sitio, se consume más combustible, y se contamina más. Porque todas estas cosas, “tacita a tacita”, las pagamos los ciudadanos de nuestro bolsillo, y tal parece que esto nos duele menos (quizá porque no lo percibimos de inmediato) que el pagar unos euros más de impuestos.

¿Está todo esto regulado de alguna forma? Quiero decir, ¿existe normativa sobre su tipología y ubicación? Pues sí y no. Me explico: Existe una normativa del Ministerio de Fomento en forma de Orden 2053/2008 de 23 de septiembre, que fue publicada en el B.O.E. número 261 el 29 de octubre de ese año, pero (¡oh dolor!) solo es obligatoria en el ámbito de las carreteras que son competencia del Gobierno de España.

Leyéndola, me he enterado de algunas cosas que no sabía. Por ejemplo, de lo de los “lomos de asno” que decía antes:

Lomo de asno

¡Mirad, mirad! ¡Cinco milímetros máximo de borde de entrada! ¡6 centímetros máximo de altura! ¡4 metros de longitud! (¿Dónde hay que firmar para que los Ayuntamientos adopten estas normas?)

Y, descendiendo de lo general a lo particular, tocan ahora bonitas fotos del estado de la cuestión en Alpedrete:

Este está situado en la intersección de las calles del Campo de Fútbol y Santa Quiteria. Sus dimensiones, sobre todo en altura, son homéricas, y ya han causado daños en algunos automóviles con el piso muy bajo. Además, el agua se embalsa en la parte anterior (cosa que, por cierto, está regulada –y prohibida- en la norma de la que hablaba antes)

La madre de todos los m.d.

Hablaba antes de acumulación, pero hay otro tipo. Es la de poner muy juntitos unos cuantos m.d., sin que se alcance a comprender en la mayor parte de las ocasiones, la utilidad de ello. Inicio de la calle de Doctor Varela:

Dos, peor que uno

Un “lomito de asno” a 10 m. de un paso de peatones elevado. Sin señalizar, por supuesto. ¡Ah! que no lo dije: salvo un par de ellos, colocados en la era del “cuatripartito”, no existe ni una puñetera triste señal vertical que te avise de lo que te vas a encontrar.

Bueno, en este caso se puede argumentar que está en una curva, y se ha puesto para obligar a reducir la velocidad antes del paso de peatones (que tampoco está señalizado, por cierto) Claro que quién, cual Fittipaldi, negocie la curva a 90 km. por hora, tiene asegurado el “tortazo”.

Pero, ¿y qué me decís de estos? Están en la calle de Santiago Ramón y Cajal:

Por parejitas

Cuatro, por parejas, como la Guardia Civil de antaño (dicho sea con el mayor respeto a la Benemérita) De verdad, ¿no habría bastado con uno antes y otro después?

(Mañana mismo compro acciones de una empresa fabricante de lomitos de asno, que con lo del Fondo de Inversión Estatal, igual se van a “forrar”)

Estos precisamente son para mí los peores de todos:

Lomito de asno

No importa a qué velocidad los tomes: 30, 20, 10 km./hora, incluso si te detienes completamente: el desagradable “bote” (con sus secuelas) está garantizado. Y puedo asegurar y aseguro, porque estuve un ratito delante, que el susodicho “bote” va acompañado del consiguiente ruido cada vez que un vehículo se lo “come”, aunque vaya muy despacio.

Otro “maravilloso” ejemplo: M-619 (calle de la Primavera): 6 “montículos destrozacoches”, 6, en unos 200 metros de la vía:

P2042309

Para que conste: la culpa de estos últimos es de la Dirección de Carreteras de la Comunidad de Madrid… aunque imagino que no salió de allí el ponerlos, alguien tuvo que solicitarlo. ¿Quizá nuestro Ayuntamiento?

En algunos casos, me da en la nariz que la parejita se ha creado por puritita desidia: Inicio de la avenida de Mataespesa, frente a la entrada del colegio Montessori:

¿Para qué molestarse en quitarlo?

El más cercano es el superviviente de los que se encontraban aquí y allá en la urbanización Mataespesa, que fueron “engullidos” por el asfaltado (pero sustituidos inmediatamente por otros, sin señalizarlos, ¡faltaría más!) Están separados menos de un metro, y constituyen a modo de una “divertida” montaña rusa en miniatura. De su lamentable estado, (con peligro cierto para los neumáticos) la fotografía habla por sí misma.

Digo yo: ¿Es que no bastaba con el ya existente? Se pintan las líneas blancas y ya. Más barato y rápido, imposible. Y si, por alguna razón que no se me alcanza, se va a hacer uno nuevo, ¿Por qué rayos no se quita el otro?

Luego están los m.d. “naturales”. Cuando estaba fotografiando los de la calle de Santiago Ramón y Cajal, me he encontrado éste, al inicio de la de Severo Ochoa:

P2042308

Un sumidero “sumido” en el asfalto (valga la “rebuznancia”) Los m.d., junto con los registros del alcantarillado elevados o hundidos, los baches que no se reparan, y demás etcéteras, ponen a prueba diariamente la paciencia de los conductores, y la integridad de la mecánica de sus automóviles.

Supongo que a estas alturas nadie tendrá ya la menor duda de que no soy demasiado amigo de los m.d.

¿Alguien más se atreve a quejarse? Pero por escrito, y vía Registro municipal.

¡Vale! Terminaré concediendo que esto de los “montículos destrozacoches”, mal que me pese, es casi seguro que habrá evitado algún que otro atropello.

Pero, ¿es la velocidad el único peligro que causa el tráfico en nuestro pueblo? ¿Qué pasa con los “adornos” en forma de señales de STOP en la rotonda de la calle del Maestro? (Lo de “adornos” viene a cuento de la percepción que un buen número de conductores parece tener acerca de su significado) ¿Y el paso de peatones que continúa el semáforo a la salida de los colegios, en dirección al supermercado, en la vía de servicio que es pista de carreras para conductores incívicos que quieren evitar el semáforo en fase roja? ¿Y los cortes “salvajes” de las calles por obras? ¿Y las zanjas sin señalizar ni balizar de noche? ¿Y…?

Por favor, para variar, dejemos de fijarnos únicamente en el exceso de velocidad, (que es una cosa muy grave, lo reconozco) y dediquémonos también a los otros problemas, que los hay. Aunque solucionar estos otros no de tantos votos, o incluso los quite.

*  *  *

Lo del copyright.

NO copyright Alguien me hizo ayer una pregunta inesperada, consistente en si este trabajo está protegido por alguna clase de derecho de copia.

Pues no, ni se me había ocurrido. Y ahora que se me ha ocurrido, pues tampoco. Aunque si alguien lo utiliza, halagaría mi ego si cita la procedencia  ;-). Y siempre y cuando, a ser posible, se copie y pegue el texto, sin hacer una interpretación del mismo que puede no coincidir con el sentido que yo quería darle a la cosa.

Pues dicho queda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Queria comentar que hay otro baden natural que no ha comentado y que es tremendo.
Saliendo de la calle del Maesto hacia la carretera M 619 en direccion hacía Guadarrama hay un sumidero de aguas que esta muy hundido hay que pasar muy despacio y a veces el coche que esta detras no tiene mucha paciencia seria mucho pedir que lo levantaran (me refiero al sumidero). Un saludo

Anónimo dijo...

Ole,OLE Y ole que ya era hora de que es vez de tanta charla, prepotencia y tonteria politicoalpedreteña alguien se preocupara de las cosas de verdad como esta y muchas mas que seguro que este señor se preocupara, lo dicho que siga usted asi.